martes, 4 de diciembre de 2012

EL DAMASCENO: INSIGNE DOCTOR


Hoy la Iglesia celebra a uno de sus más insignes doctores: San Juan Damasceno. Nacido en Damasco, Siria, hacia el año 675, es considerado el último de los grandes Padres de Oriente. Primero fue monje cerca de Jerusalén y más tarde presbítero. Defendió con fortaleza el culto a las imágenes contra la herejía iconoclasta; fue testigo señalado de la fe cristiana en la Asunción de Santa María a los cielos; compuso no pocos himnos y oraciones, que lo colocan entre los grandes poetas bizantinos. La obra que le ha dado más fama es su tratado dogmático Sobre la fe ortodoxa, estudiado y citado más tarde por los teólogos escolásticos medievales. Juan murió hacia el año 750; fue proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa León XIII en 1890. Hoy se hace muy necesario seguir el ejemplo de estos gigantes de la fe y acudir a su poderosa intercesión para que vuelva a resplandecer con todo su brillo la luz de la fe.

 
Las imágenes despiertan el deseo de la santidad.
 
“Adoro la imagen de Cristo, en cuanto es Dios encarnado, la de la Madre de Dios, Señora de todos, en cuanto madre del Verbo encarnado; las de los santos, amigos de Dios, que permanecieron fieles hasta la efusión de su sangre, y al derramar la sangre por Cristo, imitaron a aquel que primero derramó su sangre por nosotros; y las de aquellos que, siguiendo las huellas de Cristo, ordenaron según ellas su propia vida. Pongo ante mis ojos estos preclaros ejemplos y los martirios, expresados en las pinturas, y me hago santo y ardo en el deseo de imitarlos” (Oración sobre las imágenes 1, 21).

Conocimiento natural y espontáneo de la existencia de Dios

“Dios, no obstante, no nos dejó en una completa ignorancia, porque el conocimiento sobre la existencia de Dios ha sido esparcido en todos por Él, de forma natural. Así también, por medio de la naturaleza, la creación misma, su unión y gobierno anuncia la grandeza de la divinidad” (Sobre la fe ortodoxa, 1).
 

Glorificación de María
 
“Hoy es introducida en las regiones sublimes y presentada en el templo celestial la única y santa Virgen, la que con tanto afán cultivó la virginidad, que llegó a poseerla en el mismo grado que el fuego más puro. Pues mientras todas las mujeres la pierden al dar a luz, Ella permaneció virgen antes del parto, en el parto y después del parto” (Homilía II en la dormición de la Virgen, 2).

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