lunes, 15 de abril de 2013

PONTIFICADOS VIRTUALES Y PONTIFICADOS REALES

Ofrezco la traducción castellana de un sugerente artículo del Padre Giovanni Scalese, sacerdote Barnabita, tomado de su propio e interesantísimo blog Senza peli sulla lingua y titulado Pontificati virtuali. Vale la pena leerlo para no olvidar hasta qué punto la manipulación mediática puede volver lo virtual en "real" y lo real en "virtual".

PONTIFICADOS VIRTUALES
En los días pasados me ha escrito desde Alemania (el último post ha sido tomado por Müsteraner Forum für Thelogie und Kirche, por lo que ha tenido una cierta difusión en los países de habla alemana) una señora que expresaba su consternación por la actitud tomada por los medios de comunicación en relación al recién elegido Papa Francisco. “Todos se han volcado en elogios hacia el nuevo Obispo de Roma. Pero, ¿dónde estaban en estos ocho años? El Papa Benedicto fue crucificado desde el primero hasta el último día, salvo cuando ha renunciado; entonces sí se han hecho sentir. El porqué de tanto entusiasmo, ¿viene dado por el hecho de que el nuevo Papa lleva la cruz de fierro, zapatos negros, pantalones negros?” La señora me pedía que le explicara tan diverso enfoque adoptado por los medios en relación al Papa Benedicto y al Papa Francisco.
He salido al paso con una cita del Evangelio: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, os excomulguen, y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo por amor del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestro galardón será grande en los cielos. Del mismo modo  actuaron sus padres con los profetas... Pero ¡ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, porque del mismo modo actuaron sus padres con los falsos profetas". (Lucas 6, 22-23; 26).
Además del Evangelio, que permanece siempre válido, he continuado mi reflexión sobre la pregunta de la señora: ¿cómo se explica que aquellos medios que durante ocho años han seguido atacando a Ratzinger por cualquier motivo, hoy también por cualquier motivo siguen elogiando a Bergoglio? Que existe una diferencia de trato está patente a los ojos de todos. El miércoles pasado Rafaela, refiriéndose al hecho de que el Papa Francisco en la audiencia general había hablado solo en italiano, se preguntaba justamente ¿qué cosa habría ocurrido si el Papa Benedicto, a partir de 2005 hubiese adoptado la misma costumbre?...Cuando Benedicto XVI fue a Polonia (2006) fue criticado con aspereza por un vaticanista porque había decidido tener los discursos y homilías en italiano. Escribió, en efecto: “se esperaba que tomase lecciones de polaco”. Después del primer mensaje Urbi et Orbe (Navidad de 2005) hubo quien ironizó porque el Santo Padre había saludado solo en 33 lenguas, alrededor de la mitad que su predecesor. Cuando en los años sucesivos llegó a batir todos los récores precedentes, nadie le hizo los debidos cumplidos. Estamos por ver si mañana en los diarios los vaticanistas habrán hecho alguna lectura sobre el hecho de que ayer el Papa Francisco ha dado los saludos solamente en italiano. Yo tengo mis dudas, aunque estoy seguro que será otra ocasión más para elogiar al nuevo Papa, a quien gusta la simplicidad y el contacto directo con la gente. También habrá alguno que quiera hacer una lectura teológica de esta novedad, afirmando que el Papa Bergoglio se siente sobre todo Obispo de Roma y por tanto utiliza la lengua que se habla en Roma (luego alguien tendrá que explicarme por qué hay que ir a buscar al Obispo de Roma “al fin del mundo” e incomodar a tantos Cardenales provenientes de tantas partes, cuando se podría hacer todo en casa, con tantos buenos sacerdotes disponibles en la diócesis de Roma.
No sé si han notado que, para los medios, cualquier gesto del Papa Francisco se convierte en un acontecimiento: abraza a un niño o a un discapacitado, y pareciera ser la primera vez que esto sucede, cuando los últimos Pontífices estaban habituados a gestos similares, sin que nadie prestara mayor atención. Cualquier cosa que diga, aún la más simple, se convierte en un oráculo. El otro día escuché casualmente, no recuerdo si en la radio o en la televisión: “Palabras fuertes aquellas del Papa Bergoglio: ¡debemos ayudarnos unos a otros!”. Por favor, no me mal interpreten; no estoy criticando al Papa Francisco ni comparando sus discursos con los del Papa Benedicto. Cada uno se expresa a su manera; hay necesidad tanto de la lección magistral como de la simple reflexión espontánea; todo tipo de intervención tiene su importancia, según las circunstancias. Lo que me fastidia es la exageración de los medios.
Tengo la impresión de que se está creando un pontificado virtual, en contraposición a un también pontificado virtual precedente, de signo opuesto. Han  sido tres semanas en que nadie habla ya de pedofilia en la Iglesia; nadie habla de los Vatileaks, ni de corrupciones en la Curia Romana; tampoco habla nadie del IOR. ¿Todo resuelto? ¿Bastó elegir un nuevo Papa para que se resolvieran automáticamente todos los problemas? Hay aquí dos cosas: o todo era un montaje mediático de entonces, o bien todo es un montaje mediático de ahora. No es posible que los problemas que parecían hacer vacilar a la Iglesia, de un día para otro se hayan disuelto en la nada. Y nótese bien que, dejando a un lado las tonterías que se dicen, hasta ahora no se ha hecho ninguna reforma; el único nombramiento que ha tenido lugar es el del nuevo arzobispo de Buenos Aires; sin embargo todo parece ir sobre rieles. Parece que el problema era un solo: Joseph Ratzinger.
Sinceramente me cuesta comprender el motivo de tanta aversión. Ciertamente él también ha cometido errores (¿hay alguien que esté exento de hacerlo?). Personalmente pienso que su mayor limitación ha sido la incapacidad de escogerse colaboradores (basta ver cómo el cónclave anterior, formado por Cardenales nombrados por Juan Pablo II, lo prefirió a él antes que a Bergoglio; mientras que este cónclave, compuesto en buena parte por Cardenales creados por él, prefirió al que había sido entonces su “rival”). El Papa Ratzinger, que bien conocía los mecanismos de la Curia, se rodeó de hombres de carrera que, en el momento oportuno, le volvieron las espaldas. Otra crítica que se le podría hacer es que no ha sido capaz de realizar las reformas que se había propuesto: sobre todo la reforma de la Curia Romana; después la “reforma de la reforma” en el campo litúrgico; finalmente la reconciliación con los lefevristas. Pero, por otra parte, ¿cómo habría podido realizar tales reformas sin la ayuda de sus colaboradores?
En todo caso, esta o aquella crítica, no justifican la aversión de los medios frente a Ratzinger. Debe existir otro motivo que se nos escapa. Alguien ha sugerido la hipótesis de que su “pecado original” estaría en su origen alemán. No lo sé: Alemania ha sido quizá el país donde más se le ha hostigado ¿Quizá su culpa principal ha sido ser tradicionalista? Algunos años atrás escribí un post donde sostenía que Ratzinger quizá siempre ha permanecido fundamentalmente como “liberal”. Francamente es difícil encontrar el motivo real por el que durante ocho años (sin contar los años precedentes), los medios se han ejercitado en el tiro al plato contra el Papa Benedicto.
Sin embargo, estoy convencido de que la actitud que los medios han tenido frente a Ratzinger, en cualquier momento podrían asumirla también frente a Bergoglio. Si estuviera en el papel del Papa Francisco no dormiría tranquilo: jamás fiarse de los aduladores; de un día para otro podrían volverse en contra. No sé si lo han advertido, pero ya se han lanzado algunas advertencias mafiosas: la primera, de haber apoyado la dictadura militar; ahora, de haber adherido a la “Guardia de Fierro” (por no hablar de la película, de 2012, pero que ahora ha llegado a Italia, Mea máxima culpa). No sirve de nada que después Introvigne, o algún otro por él, pretenda demostrar la inconsistencia de tales acusaciones: en el momento en que el New York Times decide lanzar un ataque, no hay santo que se mantenga en pie; puede ser todo absolutamente falso, pero el simple hecho de que una misma acusación vaya saltando de diario en diario, la transforma en “verdad”. Y en tales circunstancias, incluso el testimonio de los Premios Nóbeles se vuelve superfluo; lo que entonces cuenta es lo que dicen los medios: una verdad virtual, como virtual es el mundo en que vivimos.  


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