domingo, 20 de octubre de 2013

EL COMBATE DE LA ORACIÓN

Solamente la oración vence a Dios, escribió convencido Tertuliano. Y la victoria de Moisés sobre los amalecitas que recoge hoy la liturgia nos lo advierte con especial viveza. He aquí un precioso texto del papa Benedicto comentando este relato del Éxodo (17, 8-13):

“Fue precisamente la oración elevada con fe al verdadero Dios lo que determinó el desenlace de aquella dura batalla. Mientras Josué y sus hombres afrontaban en el campo a sus adversarios, en la cima del monte Moisés tenía levantadas las manos, en la posición de la persona en oración. Las manos levantadas del gran caudillo garantizaron la victoria de Israel. Dios estaba con su pueblo, quería su victoria, pero condicionaba su intervención a que Moisés tuviera en alto las manos.
Parece increíble, pero es así: Dios necesita las manos levantadas de su siervo. Los brazos elevados de Moisés hacen pensar en los de Jesús en la cruz: brazos extendidos y clavados con los que el Redentor venció la batalla decisiva contra el enemigo infernal. Su lucha, sus manos alzadas hacia el Padre y extendidas sobre el mundo piden otros brazos, otros corazones que sigan ofreciéndose con su mismo amor, hasta el fin del mundo.
Me dirijo en particular a vosotros, queridos pastores de la Iglesia que está en Nápoles, haciendo mías las palabras que san Pablo dirige a Timoteo y hemos escuchado en la segunda lectura:  permaneced firmes en lo que habéis aprendido y en lo que creéis. Proclamad la palabra, insistid en toda ocasión, a tiempo y a destiempo, reprended, reprochad, exhortad con toda paciencia y doctrina (cf. 2 Tm 3, 14. 16; 4, 2). Y, como Moisés en el monte, perseverad en la oración por y con los fieles encomendados a vuestro cuidado pastoral, para que juntos podáis afrontar cada día el buen combate del Evangelio”. (HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI, Plaza del Plebiscito, Nápoles, domingo 21 de octubre de 2007).

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