lunes, 22 de septiembre de 2014

PIEDRAS QUE CANTAN A DIOS

G. K. Chesterton veía en la maravillosa grandeza de las catedrales medievales un cumplimiento cabal de lo vaticinado por Jesucristo, cuando cabalgaba triunfante hacia Jerusalén: “Os digo que si éstos callan gritarán las piedras” (Lc 19, 40). En efecto, “Cristo -dice Chesterton- profetizó la arquitectura gótica aquél día en  que las gentes educadas y respetables protestaron contra la algazara de los haraganes que le aclamaron en Jerusalén… Y así se alzaron, como ecos clamorosos de aquellos vítores, las fachadas de las catedrales medievales, pobladas de caras chillonas y de bocas abiertas. Y así, gritando las piedras, se pudo cumplir la profecía”. (Cf Ciudadano Chesterton. Una antropología escandalosa, Ed. Palabra, Madrid 2111, p. 111). 
Un estudioso del arte gótico ha escrito: “Lancemos una mirada sobre una catedral gótica. Veremos, por decirlo así, un movimiento vertical petrificado, en el cual la ley de la gravedad parece anulada. Veremos un movimiento de inaudita fuerza, dirigido hacia arriba, opuesto a la natural dirección de la gravedad pétrea. No hay muros; no hay masas que nos den la impresión de realidad firme y material. Mil fuerzas particulares nos hablan, sin dejar que nos demos cuenta de su materialidad, actuando como heraldos de una expresión inmaterial, de un movimiento irreprimido de ascensión. En vano buscamos una indicación —necesaria para nuestro sentimiento— que aluda a la relación entre carga y fuerza. Dijérase que aquí no hay carga. Sólo percibimos fuerzas, fuerzas libres, irreprimidas, fuerzas que se lanzan a lo alto con indecible aliento. Es bien claro que aquí la piedra ha quedado despojada de su peso material, que aquí la piedra sustenta una expresión insensible, incorpórea, que aquí la piedra está como desmaterializada.” (W. Worringer, La esencia del estilo gótico, Buenos Aires 1973).  Dicho con otras palabras, en las catedrales góticas las piedras se hacen música, se vuelven canto gregoriano. El Papa Benedicto XVI también ha dicho que el templo gótico invita hacia lo alto porque “la unidad de una catedral gótica, como es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo” (Homilía en la Catedral de San Patricio, Nueva York 19 de abril de 2008). El templo contemporáneo, en cambio, muchas veces no eleva, simplemente ensancha.

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