miércoles, 1 de octubre de 2014

TERESA DE LISIEUX Y SU ASCENSOR AL CIELO

Teresita de Lisieux, siempre consciente del abismo que la separaba de los grandes santos, nunca perdió la esperanza de encontrar un camino corto que la condujera pronta y fácilmente a la fascinación por Cristo, que era todo su anhelo. Dos textos de la Escritura le mostrarán el camino que buscaba: Si alguno es pequeño, que venga a mí (Prov 9, 4); Como una madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré, os llevaré en mi regazo y os meceré sobre mis rodillas (Is 66, 13). Y de pronto se abre ante sus ojos todo el camino de la infancia espiritual: hacerse niña delante de Dios para que sea Él quien haga las cosas, tal como un buen padre o una buena madre le hacen todo a sus hijos pequeños y desvalidos. He aquí su propio testimonio: “Sabéis, Madre mía, que siempre he deseado ser santa. Pero ¡ay!, cuantas veces me he comparado con los santos siempre he comprobado que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cima se pierde en los cielos y el oscuro grano de arena que a su paso pisan los caminantes.
Pero en  vez de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no podría inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad… Pero quiero hallar el modo de ir al cielo por un caminito muy recto, muy corto, por un caminito del todo nuevo. Estamos en el siglo de los inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera; en las casas de los ricos el ascensor la suple ventajosamente. Pues bien, yo quisiera encontrar también un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la ruda escalera de la perfección”.

Es entonces cuando lee y medita los textos de la Sagrada Escritura citados arriba y exclama inundada de gozo: “¡Ah, nunca palabras más tiernas, más melodiosas, me alegraron el alma! ¡El ascensor que ha de elevarme al cielo son vuestros brazos, oh Jesús! Por eso, no necesito crecer, al contrario, he de permanecer pequeña, empequeñecerme cada vez más” (Ms C Fol. 2v°).

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