miércoles, 3 de diciembre de 2014

TAREAS PARA EL NUEVO PREFECTO

El pasado 26 de noviembre La Nuova Bussola Quotidiana publicó una editorial del conocido liturgista don Nicola Bux sobre las tareas más urgentes que, según su parecer, debería enfrentar el Cardenal Sarah como nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. A continuación ofrezco una traducción al castellano.

“El hombre que ora es el hombre por excelencia; es el acto supremo de la autoconciencia de la fe. El culto es el acto más grande que él puede realizar, porque lo une de nuevo con el origen, con Aquel que es el creador y el salvador del hombre.

Pero el culto católico padece actualmente un desequilibrio entre la forma comunitaria, que ha crecido desmesuradamente después del Concilio, y la forma personal, de hecho aniquilada justamente por el excesivo comunitarismo que mata la participación devota. Este es uno de los problemas que el cardenal Robert Sarah, nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, debería afrontar. La forma comunitaria, en efecto, expresa la comunión, pero no se trata de una fusión: el otro permanece como otro, no es absorbido ni reducido, de modo análogo al misterio de la Trinidad: un solo Dios, una sola naturaleza divina, pero al mismo tiempo tres personas.

Luego, por encima de todo, el culto sirve para que el hombre pueda encontrar a Dios; esa es su misión; sirve para introducir el hombre en la Presencia divina; hoy, en el tiempo de la descristianización, esto ya no es evidente. Presencia evoca algo a lo que acercarse, casi como tocarlo, pero que me supera, porque soy pecador. Entonces se dispara la reacción de Pedro: "Apártate de mí, porque soy un pecador." Presencia evoca lo "sagrado"; la liturgia es sagrada, a causa de la Presencia divina. Y esta realidad "sagrada" parece en ruinas, envuelta también en la crisis de la Iglesia, como ha escrito Benedicto XVI.

De este modo, muchos católicos, especialmente entre los jóvenes, simplemente escapan de la 'liturgia-entretenimiento' -litur-tainment, la llaman en América, donde el sacerdote imita a un conductor televisivo-, y buscan el misterio en el majestuoso rito bizantino o en el sobrio rito romano antiguo. Muchos obispos empiezan a darse cuenta de este fenómeno. Es un nuevo movimiento litúrgico, en el actual sucederse de generaciones. ¡Dichoso quién se haya dado cuenta a tiempo! De todo esto, la Congregación para el Culto Divino debe tomar nota.

Por otra parte, esta Congregación también es responsable de la “disciplina de los sacramentos”. Y aquí tocaremos una tecla dolorosa: la indisciplina generalizada, la falta de fidelidad al rito, que puede incluso afectar la validez misma de los sacramentos  (cfr. Juan Pablo II, Vicesimus Quintus Annus, 1988), lesionan en la liturgia los derechos de Dios, además del de los fieles. En la liturgia, la fe y la doctrina, están mediadas por el rito: per preces et ritus, dice la Constitución litúrgica (n.48); la fidelidad a los ritos y a los textos auténticos de la liturgia es una exigencia de la lex orandi que debe estar conforme con la lex credendi. El rito, en fin, mide el tiempo de la música y estructura el espacio del arte, haciéndolos capaces de comunicarle al hombre lo 'sagrado'; por esto poseen una dimensión apostólica, misionera y apologética. El cardinal Sarah, que ha sido secretario de Propaganda Fide, lo sabe bien”.

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