domingo, 29 de junio de 2014

PEDRO Y PABLO, BELLEZA DE ROMA

O Roma felix, quae tantórum príncipium
es purpurata pretioso sanguine!
Excéllis omnem mundi pulchritúdinem
non laude tua, sed sanctórum méritis,
quos cruentátis iugulásti gládiis.
Oh feliz Roma, teñida de púrpura
con la sangre preciosa de tan grandes Príncipes,
que sobresales por encima de toda la belleza del mundo,
no tanto por tu fama como por los méritos de los Santos,
a quienes martirizaste con espada sanguinaria.

Estrofa del himno O ROMA. San Pedro y San Pablo (29-VI). II Vísperas.

viernes, 27 de junio de 2014

HORNO DE ARDIENTE CARIDAD

Como homenaje al Corazón Sacratísimo de Jesús cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, reproduzco una devota y profunda reflexión del Santo Papa Juan Pablo II a una de las invocaciones de las letanías al Sagrado Corazón: Cor Iesu, fornax ardens caritatis, miserere nobis; Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.

“Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. Durante la oración del Angelus deseamos dirigir, juntamente con la Madre de Dios, nuestros corazones hacia el Corazón de su Hijo Divino. Nos hablan profundamente las invocaciones de estas espléndidas letanías, que rezamos o cantamos sobre todo en el mes de junio. Que la Madre nos ayude a entender mejor los misterios del Corazón de su Hijo.
Horno de caridad. El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y este es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres; a las hijas y los hijos adoptivos. El horno, quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la zarza ardiente del libro del Éxodo, en la que Dios se reveló a Moisés. Era una zarza que ardía con el fuego, pero... no se consumía (Ex 3,2).
Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano del Dios-Hombre, está abrazado por la llama viva del Amor Trinitario, que jamás se extingue.
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los viandantes ateridos. Hoy queremos rogar a la Madre del Verbo Eterno, para que en el horizonte de la vida de cada uno de nosotros no cese nunca de arder el Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. Para que Él nos revele el Amor que no se extingue ni se deteriora jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la noche terrena y caliente los corazones.
¡Cuánto se alegra la Iglesia por el hecho de que en este Corazón Divino se enciendan de amor los corazones humanos!...
Dándole las gracias por el único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana, nos dirigimos con la Virgen Inmaculada, en el momento de la Anunciación, al Corazón Divino que no cesa de ser horno ardiente de caridad. Ardiente: como la zarza que Moisés vio al pie del monte Horeb”. (Angelus, 23 de junio, 1985)

sábado, 7 de junio de 2014

¡VEN DADOR DE LAS GRACIAS! ORANDO CON LA LITURGIA DE PENTECOSTÉS


Latín
Castellano
Veni, Sancte Spiritus,
Et emitte caelitus
Lucis tuae radium.

Veni, pater pauperum,
Veni, dator munerum,
Veni, lumen cordium.

Consolator optime,
Dulcis hospes animae,
Dulce refrigerium.

In labore requies,
In aestu temperies,
In fletu solatium.

O lux beatissima,
Reple cordis intima
Tuorum fidelium.

Sine tuo numine
Nihil est in homine,
Nihil est innoxium.

Lava quod est sordidum,
Riga quod est aridum,
Sana quod est saucium.

Flecte quod est rigidum,
Fove quod est frigidum,
Rege quod est devium.

Da tuis fidelibus
In te confidentibus
Sacrum septenarium.

Da virtutis meritum,
Da salutis exitum,
Da perenne gaudium.
Amen. Alleluia.
Ven Espíritu Santo
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.

Ven padre de los pobres,
ven dador de las gracias,
ven luz de los corazones.

Consolador óptimo,
dulce huésped del alma,
dulce refrigerio.

Descanso en el trabajo,
en el ardor tranquilidad,
consuelo en el llanto.

Oh luz santísima:
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda
nada hay en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava lo que está manchado,
riega lo que es árido,
cura lo que está enfermo.

Doblega lo que es rígido,
calienta lo que es frío,
dirige lo que está extraviado.

Concede a tus fieles
que en Ti confían,
tus siete sagrados dones.

            Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales el eterno gozo.
Amén, Aleluya.

miércoles, 4 de junio de 2014

FUNERALES QUE AGOTAN

Comprendo perfectamente la desazón que por estos días han manifestado algunos fieles en relación a las misas de difuntos. “Que la secular sobriedad chilena se esfumó hace tiempo, es un hecho indesmentible”, constata una señora en carta al diario El Mercurio de Santiago de Chile (Edición del 31/05/14). Y continúa: “Pero donde esto ya pasó a mayores es en las actuales misas de difuntos. Una fila interminable de deudos, algunos cercanos y otros no tanto, se plantan frente a un micrófono, y a través de él estiman que es de lo más normal y pertinente imponer a los asistentes no solo de las cualidades del fallecido, sino, y lo peor de todo, de sus gustos culinarios, musicales, recreacionales, y un sinfín de etcéteras. En resumen, la ceremonia se alarga hasta límites insoportable, y ello impide el recogimiento personal, tan importante para que se pueda recordar íntimamente a quien ya nos ha dejado”.

Simplemente señalar que este frenesí testimonial de poco sirve al difunto, que desde la dura soledad de su féretro solo espera una cosa de quienes lo despiden: oración.