sábado, 28 de febrero de 2015

LA MISA TRIDENTINA, JOYA DE LA IGLESIA

Siempre me ha gustado ver la misa antigua –hoy forma extraordinaria del Rito Romano- como una preciosa corona en la que la fe y la piedad de generaciones de cristianos fueron engarzando a lo largo de los siglos innumerables piedras preciosas: ritos sublimes, oraciones, gestos, reverencias, etc. Por lo mismo, si hay algo que me resulta difícil comprender es la excesiva frialdad con que esta joya fue tratada y manipulada por los reformadores litúrgicos, a sabiendas de que hasta la más pequeña de sus piezas encerraba un cúmulo de tradición y de historia, de espiritualidad y de fe, de amor y de respeto. En este sentido, la reforma litúrgica en general no estuvo exenta de cierta barbarie, gravada además por el despotismo con que se impusieron los nuevos ritos. En este punto el sentir litúrgico del Papa Ratzinger se distancia notablemente del sentir del Papa Montini. Tracey Rowland, prestigiosa docente de filosofía y teología y gran conocedora del pensamiento de Benedicto XVI, ha escrito al respecto:

Ratzinger se ha cuidado mucho de decir que su predecesor (se refiere a Pablo VI) cometiera un grave error pastoral al intentar suprimir lo que popularmente se llama  Misa Tridentina, pero ha estado muy cerca. En su prefacio al libro de Reid señalaba que «un Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es la ley, sino el guardián de una auténtica Tradición». Un Papa no puede hacer lo que él quiera. Con respecto a la liturgia «su tarea es la de un jardinero, no la de un técnico que construye máquinas y tira las viejas a la chatarra».
Califica también el siguiente número 1125 del Catecismo de la Iglesia Católica como «palabras de oro»: “Por eso ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia”.
Su valoración general es que la reforma de la liturgia en algunas partes de la Iglesia ha sido «culturalmente empobrecedora» y que el «gran dinamismo cósmico de la liturgia ha perdido aliento y, así, su alcance ha sido peligrosamente atenuado en muchos aspectos». Cree incluso que algunas liturgias contemporáneas son formas de apostasía, análogas a la adoración del becerro de oro por los hebreos. (Tracey Rowland, La fe de Ratzinger. Teología del Papa Benedicto XVI, Granada 2009. P. 228)


No hay comentarios:

Publicar un comentario