lunes, 22 de junio de 2015

TOMÁS MORO. UN CORAZÓN DILATADO POR EL AMOR

Dignas de encomio resultan las palabras que Tomás Moro dirigió a sus jueces cuando dictaron sentencia de muerte en su contra y le preguntaron si aún deseaba añadir algo en su defensa. El santo mártir, como un gigante delante de frágiles marionetas, comentó: "No más que lo siguiente: Como podemos leer en los Hechos de los Apóstoles, Pablo estuvo presente en la muerte de San Esteban y guardó la vestimenta de los que le apedreaban. A pesar de ello, ambos son hoy en día santos en el cielo y serán allí amigos para siempre. Así, yo espero -y rezaré de todo corazón por ello-, que, aunque me hayáis condenado aquí en la tierra, nos encontraremos para nuestra eterna salvación en el cielo". Santo Tomás Moro, como es habitual en la historia de los mártires de la Iglesia, también se hizo eco de la plegaria misericordiosa de su amado Maestro cuando pendía en la Cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

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