viernes, 9 de septiembre de 2016

UNA MISA MÁS CONTEMPLATIVA

En un ameno libro salpicado de recuerdos, anécdotas y reflexiones sobre la figura de Juan Pablo II, André Frossard, intelectual francés converso al catolicismo y buen amigo del santo Pontífice, recoge algunos de sus coloquios con el Papa sobre la nueva misa. De sus páginas selecciono estos párrafos:

«Pero le digo que la misa actual, con su interminable preámbulo hablado, se parece a uno de esos libros en los que el autor multiplica los prólogos, los prefacios, y las advertencias antes de llegar al tema, dos páginas antes del índice».

«La nueva misa ha sido impuesta al pueblo creyente con una increíble dureza, y cuanto más adultos nos querían, más teníamos la impresión de estar en la primera infancia. Por mi parte, fui convertido cuando se decía la misa antigua y me acuerdo de mi admiración. Pero soy demasiado consciente de lo que debo a la Iglesia para permitirme la menor contestación».

«Padre Santo, no pido el retorno de la antigua misa. Simplemente digo que la nueva no es suficientemente contemplativa, que se habla demasiado en ella y que la parte del misterio es muy reducida». (Cf. André Frossard, Retrato de Juan Pablo II, Ed. Planeta, Barcelona 1989, p. 125 y 126)

Frossard, que falleció en 1995, no alcanzó  a ser testigo del regreso de la Misa tradicional con el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. Sin duda hubiera sido un gozo grande en su vida. Sin embargo, su deseo de una misa más contemplativa sigue siendo plenamente actual. Para avanzar por esta senda veo dos líneas muy claras de acción: en primer lugar, facilitar y no entorpecer el trabajo de quienes difunden la celebración de la forma extraordinaria del rito romano, con clara consciencia de que no se trata de un capricho de minorías sino de un apostolado fundamental en la Iglesia; y en segundo lugar, un mayor y más profundo compromiso por continuar con “la reforma de la reforma” iniciada por el Papa emérito, con la humilde consciencia de que hay cosas que no se hicieron bien y deben ser corregidas. Solamente así podremos proteger la Santa Misa del bullicio y cháchara insustancial que la amenazan.

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