jueves, 1 de diciembre de 2016

ADORAR CON ALMA Y CUERPO (II)

Cerrábamos el post anterior con el apremiante llamado del Cardenal Ratzinger a aprender y recuperar en toda su integridad el gesto de arrodillarse. En esa misma línea resulta interesante la recomendación hecha en la tercera edición del Misal Romano aparecida en el 2002: Los fieles «estarán de rodillas durante la consagración, a no ser que se lo impida la enfermedad, o la estrechez del lugar o el gran el gran número de asistentes u otros motivos razonables. Quienes no se arrodillan durante la consagración, harán una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de  la consagración». Y más adelante concluye: «Donde existe la costumbre de que el pueblo permanezca de rodillas desde que termina la aclamación del Santo hasta el fin de la Plegaria eucarística y antes de la Comunión cuando el sacerdote dice: Éste es el Cordero de Dios, es loable que se conserve» OGMR, n° 43)
Indudablemente se trata de una valiosa aunque tímida recomendación para permanecer de rodillas durante toda la recitación del Canon y en otros momentos señalados de la misa. Sin embargo se esconde aquí una graciosa ironía: «Donde existe la costumbre», señala la Institutio. Pero si precisamente esa era la costumbre universal en la Iglesia antes de la reforma conciliar; y donde se abandonó este piadoso uso para reducirlo exclusivamente a la consagración, ha sido por disposición de las mismas conferencias episcopales,  esclavizadas a su vez por el criterio de unos pocos «expertos» que les imponen sus modas. Me pregunto si a partir del 2002 algún obispo o conferencia episcopal haya siquiera intentando restablecer esta preciosa costumbre, allí donde fue abolida por sus mismos predecesores.
Temo que muchas veces se ha violentando esa sana libertad que la Iglesia siempre respetó en el pueblo fiel de seguir la misa como mejor conviniera. Hoy, por el contrario, se quiere controlar hasta los minutos que el pueblo debe permanecer de rodillas, de pie o sentado; lo que debe decir, cantar, repetir, oír o callar, si debe utilizar el ustedes o el vosotros, y un largo etc., como si se tratase de una clase de párvulos. Resistir sin desobedecer me parce la consigna adecuada para quien no está dispuesto a que le roben la piedad y el santísimo deseo de adorar.


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