miércoles, 13 de diciembre de 2017

UN PESEBRE DESAFORTUNADO


C
uando vi las primeras imágenes del pesebre que se instaló este año en la plaza de San Pedro, debo confesar que experimenté un disgusto no menor. Opté por guardar silencio, a la espera de conocer otras opiniones sobre el reciente Belén; temía que mi primera impresión de rechazo y hasta de repugnancia estuviese prejuiciada por mis personales gustos estéticos. Pero una vez que el reconocido corresponsal Edward Pentin ha publicado en su cuenta de twitter algunas fotografías del nuevo pesebre, abriendo así la puerta a comentarios y debates, me he animado a hacer también público mi parecer.
Me sentí aliviado al ver que casi la totalidad de las respuestas al twitter de Pentin eran francamente negativas: horrible; esto no es arte, es una burla a la Natividad de Nuestro Señor; parece profetizar el derrumbe de la Basílica de San Pedro. Otros expresan su sorpresa de modo interrogativo: ¿por qué las figuras tienen un aire deforme y demente?; ¿pero qué diablos es esto?; ¿se trata de una broma? Y no falta quien propone encomendar a los responsables de este Nacimiento y rezar un rosario en desagravio a Nuestra Señora.
No hay que olvidar que los comentarios en twitter suelen ser extremos. Sin embargo, muchas veces recogen esas primeras impresiones espontáneas y poco deliberadas (el motus primo primi, dirían los moralistas) que algunos hechos suscitan en nosotros.
Pues bien, el primer movimiento que causa este presepio no parece nada favorable. Por supuesto que es muy loable la idea de catequizar con imágenes las tradicionales obras de misericordia corporales, y más aún si se hace con la espléndida imaginería napolitana. Pero el Belén no parece ser el marco más adecuado para tal finalidad. No puede permitirse que la centralidad del nacimiento del Dios hecho hombre quede opacada por una multiplicidad de escenas que ni de lejos parecen suscitar sentimientos de caridad o piedad. Y lo más infame es constatar cómo la majestuosa desnudez del Divino Infante se verá afrentada por un hombre desnudo de tinte sensual y exhibicionista. Me apena profundamente la posibilidad de que familias y niños que se acerquen al Belén de San Pedro para rezar, puedan retirarse con un sabor amargo tras contemplar un cadáver, un desnudo o un loco en su mazmorra, que lejos de estar pidiendo sepultura, vestido o visita, parecen reclamar ser retirados cuanto antes de la escena.

Para más detalles y comentarios ver: twitter. Edward Pentin

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